Vayeira – Español
Escuchando la voz de Sara
por Rabina Lea Mühlstein (traducción por Renata Steuer)
«Porque Yo lo he elegido para que instruya a sus hijos y a su descendencia en el camino del Eterno, haciendo justicia y rectitud (tzedaká u’mishpat). `{`…`}` Algún tiempo después, Dios puso a prueba a Abraham». (Gén. 18:19, 22:1)
Tradicionalmente, la parashá Vaiyerá se ha leído desde la perspectiva de la fe de Abraham: su acogida a los forasteros, su súplica por Sodoma, su disposición a sacrificar a Isaac. Pero ¿qué pasaría si situásemos a Sara en el centro de esta narración?
En Dirshuni: Midrash contemporáneo de mujeres, Rivká Lubitch imagina la Akedá como una prueba dirigida a Sara. Un ángel le ordena: «Toma a tu hijo, tu único, a quien amas, Isaac, y ofrécelo».
Sara se niega: «No. Porque una madre no sacrifica a su hijo».
Despierta y descubre que Abraham e Isaac han desaparecido, y reza: «Sé que quien sacrifica a su hijo en nombre de Dios acabará quedándose sin hijo o sin Dios. Perdona a Abraham, que se ha equivocado en esto. Te ruego que recuerdes que a una madre jamás se le ocurriría ofrecer a su hijo a Dios; sálvale de él».
La Sara de Lubitch redefine el pacto: no como una obediencia ciega, sino como la negativa a seguir una orden injusta, incluso si procede en nombre de Dios. Su resistencia se convierte en el auténtico acto de tzedaká u’mishpat —justicia y rectitud—.
Esta reinterpretación resuena con la historia de la modernidad judía en Hungría. En el siglo XIX, Budapest se convirtió en un centro del judaísmo reformista. Lipót Löw (1811–1875), rabino pionero y erudito, predicaba en húngaro, defendía los derechos de ciudadanía plena para los judíos y transformó la vida sinagogal con sermones en lengua vernácula, arquitectura moderna e incluso música de órgano. Su influencia sigue visible en la sinagoga de la calle Dohány, que, a su vez, inspiró la arquitectura de la Sinagoga Central de Manhattan.
Como Sara, Löw rechazó la idea de que la lealtad al pacto exigiera sumisión. Insistió en que el futuro del judaísmo dependía de la renovación ética, la educación y la integración en la cultura húngara.
Sin embargo, la historia interrumpió esa trayectoria. La Shoá devastó al judaísmo húngaro y el comunismo acalló la expresión religiosa. En muchas ciudades europeas de posguerra, los supervivientes ortodoxos desplazados reconstruyeron la vida judía, orientando la corriente principal hacia la tradición. Hungría fue distinta: al haberse suprimido la religión misma, el movimiento judío progresista —el judaísmo neológico— quedó paralizado. En lugar de evolucionar, como Löw había imaginado, se convirtió en guardián de su forma anterior a la guerra.
Hoy, el judaísmo neológico está vinculado al Movimiento Conservador, alineándose con una práctica más tradicional de lo que Löw probablemente habría idealizado.
Y, no obstante, al igual que la voz de Sara se alza para corregir el celo erróneo de Abraham, las comunidades progresistas de Hungría —pequeñas pero decididas, como Sim Shalom y Bét Orim en Budapest— han surgido desde la caída del comunismo en 1989 para continuar con el verdadero legado de Löw. Representan la inclusión, la igualdad y la justicia. Rechazan la idea de que el judaísmo deba preservarse repitiendo el pasado. En su lugar, afirman que el pacto está vivo, es dinámico y ético, y se renueva mediante el pluralismo y la apertura.
De este modo, los judíos progresistas de Hungría son los herederos de Sara. Como ella, rechazan una interpretación del pacto que santifique el sacrificio o congele la tradición. Proclaman, más bien, que el camino de Dios es la justicia, que la tarea del judaísmo es la renovación, y que la obediencia sin ética no constituye pacto alguno.
El Génesis 18:19 enseña que Abraham fue elegido para instruir a sus hijos en tzedaká u’mishpat. El midrash de Rivká Lubitch nos recuerda que es la negativa de Sara —y su claridad ética— lo que asegura el futuro de Isaac. En Hungría, es la insistencia de la comunidad progresista en la justicia y la inclusión lo que renueva el pacto en la actualidad.
Ser hijos de Abraham y Sara significa rechazar el sacrificio de los vivos en el altar de una fe equivocada, para, en su lugar, incorporarse al pacto de justicia y rectitud. El judaísmo progresista húngaro da testimonio de que, incluso cuando la historia congela la tradición, la renovación sigue siendo posible.
¿Y nosotros? ¿Qué significaría en nuestras vidas escuchar la voz de resistencia de Sara? ¿Cómo podemos garantizar que nuestro judaísmo no consista sólo en preservar, sino también en renovar con valentía? Cuando afrontamos presiones para conformarnos, cuando el miedo nos empuja al silencio, ¿recordamos que el pacto exige justicia?
El desafío de la Torá no es solo la prueba de Abraham, sino también la de Sara: negarse a la violencia cometida en nombre de Dios, hablar en favor de la vida e insistir en que el pacto se mide por tzedaká u’mishpat.
Cada generación debe preguntarse: ¿nos limitaremos a heredar las formas, o actuaremos con justicia? ¿Volveremos a silenciar a Sara, o escucharemos su voz?