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Noach – Español

Ten Minutes of Torah

Pacto y resiliencia después del diluvio

por Rabina Lea Mühlstein (traducción por Renata Steuer)
«Dios dijo además: “Ésta es la señal que establezco para el pacto entre Mí y vosotros, y todo ser vivo que está con vosotros, por todas las generaciones. He puesto Mi arco en las nubes, y servirá como señal del pacto entre Mí y la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra y el arco aparezca en ellas, recordaré Mi pacto entre Mí y vosotros y todo ser viviente, entre toda carne, para que las aguas no vuelvan jamás a convertirse en diluvio que destruya a toda carne.”» (Génesis 9:12–15)

En el corazón de la Parashá Noaj se encuentra el pacto del arco iris, la promesa eterna de Dios de no volver a aniquilar la creación mediante un diluvio. La Torá presenta esta imagen en un momento de fragilidad insoportable. La humanidad apenas ha sobrevivido; sólo Noaj y su familia emergen del arca hacia un mundo marcado por la destrucción. El arco iris, que se extiende sobre cielos nublados, proclama que la catástrofe no significa el fin, sino el comienzo del pacto entre Dios y la humanidad.

El poder de la Torá reside en la paradoja de que la supervivencia nunca es sencilla. Noaj carga tanto con el peso de la devastación como con la responsabilidad de la reconstrucción. El pacto del arco iris no es sólo una promesa divina, sino una invitación a los seres humanos a convertirse en guardianes de la creación, portadores de la memoria y constructores de renovación. Esta dualidad de destrucción y renacimiento resuena dolorosamente en la historia judía moderna.

Del mismo modo que Noaj salió a un mundo casi vacío de vida humana, también el judaísmo europeo se enfrentó a una devastación inimaginable en el siglo XX. En vísperas de la Shoá, el judaísmo neerlandés era vibrante y diverso. Ámsterdam  abrigaba una comunidad judía pujante. En 1931 se fundó en La Haya el movimiento de los Judíos Liberales de los Países Bajos bajo el nombre Verbond (pacto), por Levi Levisson. Un año después, la Congregación Judía Liberal de Ámsterdam abrió sus puertas, convirtiéndose en una presencia pionera del judaísmo progresista en el continente.

La Shoá casi aniquiló por completo aquel mundo. Más de 100.000 judíos neerlandeses fueron asesinados, aproximadamente el 75% de la comunidad — el porcentaje más alto de Europa occidental. Su víctima más conocida, Ana Frank, se ha convertido en un símbolo perdurable tanto del sufrimiento judío como de la voz judía. Su diario da testimonio no sólo de la magnitud de la destrucción, sino también de una notable resiliencia del espíritu humano. «No pienso en toda la miseria, sino en la belleza que aún permanece», escribió en julio de 1944. Como el arco iris, sus palabras nos recuerdan que, incluso entre las nubes de tormenta, puede asomar un frágil signo de esperanza. Sin embargo, su voz, tan llena de anhelo, fue silenciada en el campo de exterminio de Bergen-Belsen. El diluvio neerlandés de la Shoá parecía inconmensurable.

Frente a ese trasfondo, el renacimiento del judaísmo liberal en los Países Bajos adquiere un significado de pacto. La congregación de Ámsterdam casi pereció junto a sus miembros, pero después los supervivientes y sus hijos la reconstruyeron. Surgió así un nuevo comienzo luminoso y resistente… un arco iris tras el diluvio. En la inauguración de la sinagoga de Ámsterdam en 1960, el rabino superviviente Jacob Soetendorp enmarcó ese acto de reconstrucción como un desafío pactual: «Vivir como judío en los Países Bajos después de Auschwitz es, en sí mismo, una declaración de que el pacto no se ha roto.»

El movimiento liberal neerlandés se convirtió en un crisol de fortaleza. Fundó nuevas comunidades en antiguas ciudades judías como Deventer, Alkmaar y Utrecht — aproximadamente una cada doce años. También fue pionero en iniciativas como Judaism in a Box, que reconectó a más de un centenar de judíos con su herencia, y continúa influyendo en el discurso público con proyectos como Neighbours (Vecinos), que invita a niños no judíos a aprender de y sobre sus vecinos judíos. Este proyecto se ha extendido a congregaciones en toda Europa a través de la Unión Europea para el Judaísmo Progresista y HIAS-Europa.

En 2010, la Congregación Judía Liberal de Ámsterdam inauguró su nueva sinagoga. Fue concebida como casa de oración, centro de aprendizaje y espacio de encuentro interreligioso y multicultural. La visión de difundir luz se plasmó en la arquitectura misma: su rasgo más llamativo es una enorme ventana en forma de menorá de siete brazos, que inunda el santuario con luz durante el día y la irradia hacia fuera por la noche. Proclamando resiliencia y apertura, la arquitectura del edificio es una declaración del pacto en vidrio y piedra: la vida judía en los Países Bajos no sólo perdura, sino que brilla hacia el exterior.

El pacto del arco iris en nuestra porción de la Torá une el compromiso divino con la responsabilidad humana. El judaísmo neerlandés de posguerra, al decidir reconstruir, aceptó su parte en ese pacto. Crear nueva vida judía sobre un suelo impregnado de memoria es un acto de asociación sagrada. El testimonio de Ana Frank, la declaración del rabino Soetendorp y la comunidad viva del judaísmo liberal neerlandés nos recuerdan que el pacto no se anula por la catástrofe. El arco iris no borra la oscuridad; la refracta en nuevos colores.

Hoy, el pacto del arco iris nos desafía a considerar cómo vivimos después de los diluvios de nuestro tiempo. ¿Qué aspecto tendrá la supervivencia del pacto en una era de crisis climática, guerra y antisemitismo renaciente? La historia del judaísmo neerlandés no nos ofrece consuelo fácil, sino un modelo de valentía: nos impulsa a permanecer entre las ruinas y aun así plantar; recordar la devastación y aun así reconstruir; sufrir una pérdida y aun así afirmar la vida.

Cuando vemos el arco iris, recordamos no sólo la promesa de Dios de no volver a destruir, sino también nuestra propia responsabilidad de no permitir que la destrucción tenga la última palabra. Parashá Noaj enseña que sobrevivir tras la catástrofe no es el final de la historia, sino el comienzo de la responsabilidad del pacto. El judaísmo liberal neerlandés, reconstruido desde su casi exterminio, encarna esta verdad. Como el propio arco iris, se alza como signo radiante de que la vida, el pacto y la renovación judía perduran.

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